domingo, 29 de marzo de 2009

Excepto por ella


La entrada oficial y solemne del ejército invasor a la ciudad tuvo lugar el día siguiente del ataque aéreo.

Nadie recordaba haber conocido un silencio semejante en la ciudad. Ni siquiera habían abierto las tiendas y, en aquel día soleado de finales de agosto, las casas mantenían puertas y ventanas cerradas.




Los callejones estaban desiertos, mudos los patios y los huertos.

En las casas reinaba el desánimo y la confusión; entre los cristianos, la circunspección y la desconfianza.

Todos sentían miedo.

Los militares extranjeros tenían miedo de una emboscada; el ejército local tenía miedo al ejército defensor; y la gente a los hombres armados defensores e invasores. Las mujeres temblaban ante todo el mundo, porque, especialmente en tiempos de guerra, todos son más fuertes que ellas.

Todos conservaban todavía en su memoria los rugidos de cañón que habían disparado en la víspera. Y como la gente obedeció sólo a su pánico, nadie salió a la calle.




Excepto por ella.




tito.






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