domingo, 21 de febrero de 2010
Crónica del quinto encuentro
Pasó el quinto encuentro, el primero del año, y el vino y las empanadas cedieron un poco de su habitual protagonismo a dos invitados de lujo: los churros y Oscar “Flaco” Nuñez -protagonista de Buena Vida Delivery (2004) y un gran amigo del Colectivo Ernesto Esteban Etchenique-. Por primera vez, también, el cine foro se desarrolló un sábado y, para completar esta introducción plagada de numeraciones, el film de Leonardo Di Cesare fue la segunda ficción argentina del ciclo.
La Película
Desde el comienzo nomás, Buena Vida Delivery refleja un malestar para los espectadores: las repercusiones de la crisis de 2001, tan cercanas como lejanas. Di Cesare recurre a las relaciones privadas para representar a una sociedad quebrada: Hernán, un joven que trabaja en una empresa de mensajería, se enamora de Pato, una chica del interior empleada de una estación de servicio. La familia de Hernán, como tantas otras, huye a España echando culpas a la crisis económica y deja al protagonista solo en la casa. Del mismo modo, la familia de Pato emigra de Mar del Plata en busca de la (pseudos)prosperidad porteña.
Donde come uno comen diez. Hernán le ofrece una habitación de su casa a Pato e inician una dulce relación que, a medida que avanza, confluye en una serie conflictos que le imprimen al film un estilo tragicómico: la familia marplatense se instalan en la casa del joven mensajero, primero por un día, después por dos, tres, cuatro… pero Di Cesare ofrece un ingenioso giro en la trama, los padres de Pato, principalmente Venancio (personaje que representa el flaco), no se quiere abusar de la bondad del joven y, convencido de su iniciativa, instala en su casa una fábrica de churros para dar trabajo a propios y ajenos.
Como unidad temática, el film ofrece una desgarradora mirada sobre la relación del hombre y la propiedad privada. En momentos de crisis, la urgencia no intelectualiza procesos y golpea la puerta de tu casa. Hernán lo vive sumergido en una absurda desesperación celosa que lo lleva actuar de un modo irreconocible: golpes, armas y desalojo.
¿No hay más valores en esta sociedad, mas allá de lo material, que puedan conducirnos a eso que perseguimos continuamente y que llamamos felicidad?
El debate: la lucidez del bohemio
El retador de ochenta pirulos, Oscar “flaco” Nuñez, se subió al ring. Los más de cuarenta espectadores, de mirada afilada, escuchaban atentos al actor. El primer golpe no tardó en aparecer: “Usted no puede meterse así en la vida privada de las personas”. El flaco retrocedió, pero para tomar un traguito de vino. “Discúlpeme, pero cuando usted enciende el televisor ¿no están haciendo lo mismo que yo?”. El argumento era discutible, pero muy convincente. Lo importante es que le otorgaba un respiro momentáneo.
La contienda se dirigió a la reflexión sobre el Otro y la construcción de sentido. “Uno puede preguntarse cómo un tipo se tira en la calle a tomarse un tetrabrick. Y bueno, si tuviera más plata probablemente iría al psicoanalista, ¿qué quiere que haga el tipo que tiene sólo dos pesos en el bolsillo? Se compra un tetrabrick”, dijo el flaco y agregó: “Lo que pasa es que ya nadie piensa en el otro. Si alguien se tira abajo del tren no se piensa porqué lo hizo, sino en que me cagó el presentismo. Se mató para joderme a mí ese hijo de mil puta”. Las risas provocadas distendieron el ambiente. “Nadie piensa que quizás ese tipo dejó atrás una familia. Porque Venancio tiene que educar a su nieta, él no es un mal tipo”. Actor y personaje se desdoblaban. Quizás era mejor así.
“¿Usted señora cuanto tiempo cree que tardaría en aprender japonés? Los chicos en Japón lo aprenden en dos años… ¡Claro! Si hablan todo el día en japonés cómo no van a aprender”.
“Si un tipo se pone un sobretodo, un gorrito y una bufanda un día con el calor de hoy, lo encierran en un manicomio. Ese tipo es peligroso, mañana viene y te mete un tiro. Esto es consecuencia de una determinada manera de razonar. La causa es el calor y el efecto es abrigarse. Pero justamente ese es el problema, nosotros evaluamos los efectos, cuando tendríamos que prestar más atención a las causas”.
El debate siguió a pesar de que el buffet quedó vacío. Las luces de la sala del LyF se apagaron y afuera los concurres continuaban la conversación. El flaco saludó a cada uno de los presentes, que en este encuentro se dieron el lujo de cambiar de punto de vista para pensar una película y se ubicaron desde su realización. Gracias a Oscar Nuñez por su gran predisposición y a los vecinos que invariablemente acompañan este ciclo. Volveremos a cruzar miradas el mes que viene.
¡A campear moviolas!
Colectivo Ernesto Esteban Etchenique
La Película
Desde el comienzo nomás, Buena Vida Delivery refleja un malestar para los espectadores: las repercusiones de la crisis de 2001, tan cercanas como lejanas. Di Cesare recurre a las relaciones privadas para representar a una sociedad quebrada: Hernán, un joven que trabaja en una empresa de mensajería, se enamora de Pato, una chica del interior empleada de una estación de servicio. La familia de Hernán, como tantas otras, huye a España echando culpas a la crisis económica y deja al protagonista solo en la casa. Del mismo modo, la familia de Pato emigra de Mar del Plata en busca de la (pseudos)prosperidad porteña.
Donde come uno comen diez. Hernán le ofrece una habitación de su casa a Pato e inician una dulce relación que, a medida que avanza, confluye en una serie conflictos que le imprimen al film un estilo tragicómico: la familia marplatense se instalan en la casa del joven mensajero, primero por un día, después por dos, tres, cuatro… pero Di Cesare ofrece un ingenioso giro en la trama, los padres de Pato, principalmente Venancio (personaje que representa el flaco), no se quiere abusar de la bondad del joven y, convencido de su iniciativa, instala en su casa una fábrica de churros para dar trabajo a propios y ajenos.
Como unidad temática, el film ofrece una desgarradora mirada sobre la relación del hombre y la propiedad privada. En momentos de crisis, la urgencia no intelectualiza procesos y golpea la puerta de tu casa. Hernán lo vive sumergido en una absurda desesperación celosa que lo lleva actuar de un modo irreconocible: golpes, armas y desalojo.
¿No hay más valores en esta sociedad, mas allá de lo material, que puedan conducirnos a eso que perseguimos continuamente y que llamamos felicidad?
El debate: la lucidez del bohemio
El retador de ochenta pirulos, Oscar “flaco” Nuñez, se subió al ring. Los más de cuarenta espectadores, de mirada afilada, escuchaban atentos al actor. El primer golpe no tardó en aparecer: “Usted no puede meterse así en la vida privada de las personas”. El flaco retrocedió, pero para tomar un traguito de vino. “Discúlpeme, pero cuando usted enciende el televisor ¿no están haciendo lo mismo que yo?”. El argumento era discutible, pero muy convincente. Lo importante es que le otorgaba un respiro momentáneo.
La contienda se dirigió a la reflexión sobre el Otro y la construcción de sentido. “Uno puede preguntarse cómo un tipo se tira en la calle a tomarse un tetrabrick. Y bueno, si tuviera más plata probablemente iría al psicoanalista, ¿qué quiere que haga el tipo que tiene sólo dos pesos en el bolsillo? Se compra un tetrabrick”, dijo el flaco y agregó: “Lo que pasa es que ya nadie piensa en el otro. Si alguien se tira abajo del tren no se piensa porqué lo hizo, sino en que me cagó el presentismo. Se mató para joderme a mí ese hijo de mil puta”. Las risas provocadas distendieron el ambiente. “Nadie piensa que quizás ese tipo dejó atrás una familia. Porque Venancio tiene que educar a su nieta, él no es un mal tipo”. Actor y personaje se desdoblaban. Quizás era mejor así.
“¿Usted señora cuanto tiempo cree que tardaría en aprender japonés? Los chicos en Japón lo aprenden en dos años… ¡Claro! Si hablan todo el día en japonés cómo no van a aprender”.
“Si un tipo se pone un sobretodo, un gorrito y una bufanda un día con el calor de hoy, lo encierran en un manicomio. Ese tipo es peligroso, mañana viene y te mete un tiro. Esto es consecuencia de una determinada manera de razonar. La causa es el calor y el efecto es abrigarse. Pero justamente ese es el problema, nosotros evaluamos los efectos, cuando tendríamos que prestar más atención a las causas”.
El debate siguió a pesar de que el buffet quedó vacío. Las luces de la sala del LyF se apagaron y afuera los concurres continuaban la conversación. El flaco saludó a cada uno de los presentes, que en este encuentro se dieron el lujo de cambiar de punto de vista para pensar una película y se ubicaron desde su realización. Gracias a Oscar Nuñez por su gran predisposición y a los vecinos que invariablemente acompañan este ciclo. Volveremos a cruzar miradas el mes que viene.
¡A campear moviolas!
Colectivo Ernesto Esteban Etchenique
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
2 comentarios:
"Nosotros evaluamos los efectos, cuando tendríamos que prestar más atención a las causas."
¿No será que estamos tan (mal)acostumbrados a querer todo YA que buscar las causas -algo que lleva su tiempo, dedicación, entrega, incluso amor- nos da tanta fiaca que preferimos sentarnos cómodamente a criticar? Quizás sea también que vemos al otro como alguien extraño y hasta peligroso, y no como un otro que esta igual que yo en este mundo, luchando a su manera por entender el sentido.
Tal vez de a poco, sin prisa pero sin pausa, podríamos acercarnos a las causas que llevan en sus espaldas las personas que nos rodean cada día... y también abrirnos a que otros contemplen las nuestras.
Sigamos cooperando para cambiar nuestras "malas" costumbres... en estos dias la ciudad me hizo pensar mucho en ustedes...en este espacio...y en el flaco.
Publicar un comentario